“Con la etnoeducación los niños pueden aprender las costumbres de sus pueblos, su
lenguaje y permanecer en la historia. También es importante porque cuando crezcan y sean
adultos, podrán enseñarles a sus hijos lo que ellos aprendieron”.

Chrisan David, ciudadano de Ipiales de 14 años.

En Colombia, se estima que hay 5.709.238 personas pertenecientes a un grupo étnico, de ellos, el 10.6% es afrocolombiano, el 3.4% es indígena, el 0.01% es Rom. El 35% de la población de estas comunidades, ene menos de 15 años, de los cuales, 1.422.880 son niños, niñas y adolescentes afrodescendientes (24.9%), 557.049 indígenas (9.7%), y 1.214 gitanos (0.02%).

De acuerdo con el Ministerio de Educación Nacional tan solo el 14.2% de la población, que pertenece a un grupo étnico, está matriculada en un programa etnoeducativo, es decir, que el 86.8% no asiste a un colegio con formación diferencial. Estas cifras se contrarrestan con los Objetivos del Milenio planteados para 2015, en donde se espera que a nivel mundial, el 100% de los niños y las niñas sean capaces de completar el ciclo primario de la educación. Lo anterior evidencia en Colombia, un panorama de difícil acceso a la educación, de baja cobertura, de mínima asistencia y permanencia en
programas educavos, lo que lleva a pensar en que si no se garantiza ni el derecho a la educación, mucho menos a la etnoeducación, es decir, a programas culturalmente pertinentes para estas comunidades.

La falta de oportunidades para estudiar es una de las principales razones por las cuales el 10.1% de la población indígena, el 5.9% de los afrocolombianos y el 2.8% de los gitanos, reportaron haber cambiado su lugar de residencia en 2005, según el reporte censal del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE en ese periodo.

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