Sí, leyeron bien. Y aunque a mayoría de los adultos no saben interpretar ni leer a los niños y niñas, muchos de sus comportamientos nos están indicando que su salud mental, su vida emocional y tranquilidad, está tan o más descuadernada que la nuestra.
Lo primero que hay que recordar o dar a conocer a los adultos es que los niños sienten. Sienten el miedo del Coronavirus; pánico cuando sus papás salen a trabajar, porque se van a contagiar, miedo por la pérdida de trabajos, tristeza por ver a sus cuidadores preocupados por la comida, comprenden que no hay plata ni para cuidarse con tapabocas, y además de todo, están separados de un entorno de vital desarrollo intelectual y social: las aulas escolares y su principal contenido: Amigos.
Lo que los niños y adolescentes aprendieron académicamente en la cuarentena y en la pandemia lo olvidarán con los años, no así, lo que sintieron. Y por ello, más que centrarnos en cómo ponerlos al día en las materias, debemos enfocarnos en cómo garantizar que su salud mental y emocional se fortalezca para que su vida social y sus logros académicos tengan asidero. El regreso a las aulas debe ser una terapia.
Existe importante evidencia científica que demuestra que no brindar apoyo emocional a la niñez ante situaciones de crisis, implica una perturbación psicosocial tan grave que afecta de manera muy importante la vida de los niños y adolescentes interfiriendo en su capacidad adaptativa, de aprendizaje, de socialización y en su desarrollo integral.
De hecho, el Instituto Colombiano de Neurociencias, realizó una encuesta “Emergencia sanitaria y sus efectos sobre nuestros niños[1]” que muestra que, el 88% tiene una afectación en su salud mental y en el comportamiento, mientras que el 42% ya reporta perturbación frente a sus habilidades académicas.
- Problemas para dormir o levantarse: 41%
- Contesta grosero: 36%
- Se Frustra con frecuencia: 31%
- Cambios de apetito:30%
- Se aburre con facilidad: 29%
- Es irritable o llora con frecuencia25%
- Se niega a hacer tareas escolares: 18%
- Es más desordenado con sus cosas: 18%
- Duerme en la cama con los papás:18%
- Ha desarrollado nuevos miedos: 8%
Como mamá podría contestar a todos: “Sí señor…” Para completar, estos comportamientos suscitan que los cuidadores los regañen más, les peguen, los castiguen, agravando su situación. Y es que los adultos tenemos -unos más y otros menos- capacidades para relatar nuestras penas, miedos, frustraciones; no así los niños pequeños, pero tampoco los adolescentes. Ellos recurren a las llamadas pataletas, lloriqueos, se vuelven a hacer pis, se ponen más desafiantes… Nos están pidiendo a gritos más comprensión.
Creo en los niños y en las niñas y en su capacidad de cumplir y acatar las normas para mantenerse y mantenernos seguros. Tengo uno de 4 que no pisa el umbral de la puerta sin su mascarita y cuando alguien en la calle no la porta le dice: ¿Por qué no usas tapabocas, no sabes que hay un Coronavirus? Creo que desconfiamos mucho de los niños y de los adolescentes pero esta pandemia y su transmisión no ha estado en sus manos:
¿Son ellos los de los paseos secretos en los festivos?
¿Son ellos los de las marchas y protestas en las calles?
¿Son ellos los de las fiestas clandestinas?
¿Son ellos los que organizan las visitas familiares, responsables de la mitad de los contagios?
No sé cuándo reabrirán los colegios y no comprendo por qué abren iglesias, centros comerciales, restaurantes y no las Instituciones Educativas. Pero creo que además de ser seguras, deberíamos fortalecerlas como entornos de recuperación y capacitar a quienes allí tienen la primera línea de respuesta -los maestros- para que puedan promover la resiliencia, la capacidad de afrontamiento y el trámite de miedos y tristezas. Más que miles de tareas, debemos dejarlos hablar, narrar, gritar, jugar y dejarlos ser niños y niñas, antes que estudiantes.
Así como el Coronavirus, la salud mental de los niños debería tener estadísticas diarias “Hoy 14 millones de niños, niñas y adolescentes colombianos estuvieron tristes, aburridos, irritables. Diez millones estuvieron llorando, la mitad no comprendió sus deberes académicos, 23 intentaron quitarse la vida y 20 lo lograron[2]…” De pronto, así comprendamos que el coletazo más grande de esta tormenta, llueve, como siempre, sobre la niñez.
Por: Ximena Norato
Comunicadora social, filósofa – Directora @AgenciaPandi
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