La vida académica y las notas se llevan la mayor atención en el campo académico y es casi lo único que nos hace ir al colegio. Rarísima vez nos reportan si nuestros hijos son felices, empáticos, se prestan al diálogo, tienen un pensamiento crítico. Si nos llaman del colegio es porque están en enfermería o le pegaron a otro niño. De hecho, cuando uno ve en la pantalla “colegio” la respuesta al teléfono no es ¿Alò? sino ¿Qué pasó?

Los colegios están desesperados por llegar a sus alumnos con contenidos académicos. Hay unos que llegan a la ridiculez de pedirles que se pongan el uniforme y estén a las 7 a.m. conectados a la pantalla. Como siempre, los niños y los adolescentes son los últimos en quienes pensamos. Jodidos, más que jodidos. No conozco un solo colegio que les haya preguntado qué quieren… no tienen voz ni voto.

Los consejos para la vida emocional de las personas en cuarentena pasan por: aprende un idioma, o a cocinar, visita los museos del mundo, asiste a la ópera de Londres… Aprovecha para amar a tu pareja mientas tus hijos están jodidos frente a una pantalla, tratando de concentrarse, aburridos, despistados. Si la vida cambió ¿No debería cambiar la escuela? ¿No deberían hacer el esfuerzo de hacer encuentros maravillosos? Pero, además, ¿Y qué si no tienen clases? Luego podemos reponerlas así: una hora adicional cada día en la escuela (32 semanas X5 días=160 horas, o sea dos diplomados); quitar la vagabundería de semana de receso que no se hizo pensando en el sano esparcimiento de los niños sino en el turismo, quitar los días hábiles de Semana Santa 2021, quitar una de vacaciones en cada período y así, con mañita, los vamos poniendo al día con los conocimientos sin fregarles ahorita el cerebro.

¿Qué necesitan los niños ahora? Trabajar el SER para que el HACER y el SABER HACER, luego fluyan. En nuestra experiencia, trabajando con miles de niños, niñas y adolescentes víctimas de diversos hechos adversos a su vida, cuando el corazón está herido, el cerebro agobiado no aprende, no crece, el desarrollo se interrumpe. Y si lo que nos importa son las notas, pues enfoquémonos en que el cerebro se mantenga bien configurado, sano y listo para los desafíos pedagógicos.

Este es un momento en que muchos agentes externos crean un ambiente estresante para los niños. Y aunque la mayoría de ellos calla, no quiere decir que no sientan o no entiendan. Muchas veces no saben cómo expresarse, o creen que callar es su forma de ayudar. Su silencio hace que, equivocadamente, los adultos pensemos que ‘no se dieron cuenta´ o que no comprenden, pero lo que muestra la evidencia científica que analiza la vida de los niños y adolescentes post catástrofes e incluso post cuarentenas, las consecuencias en la vida emocional, pueden verse meses e incluso años después.

Son muchos los eventos que pueden estresar a los niños y sus cerebros y que debemos tener en cuenta como familias y como escuela para ayudar a contener y encaminar sus emociones y sentimientos.

  • Desescolarización. Para millones de niños y adolescentes en Colombia, la escuela es lo único que los separa entre el hambre y la comida, entre la violencia y un lugar seguro; entre la tristeza y la recreación, entre la soledad y el encuentro con pares.
  • Falta de alimentos y recursos básicos.
  • Falta de información clara sobre el Covid-19.
  • Falta de recursos para seguir protocolos: tapabocas, desinfectantes, jabones.
  • Violencia en el hogar: entre padres, en su contra, entre otros habitantes de la casa.
  • Viviendas con hacinamiento, poca ventilación, humedad, convivencia con fumadores, estufas de leña al interior de las casas. Mínimos espacios para el juego y la recreación.
  • Exceso o mínimo acceso a nuevas tecnologías.

Ahora, post cuarentena y durante la pandemia, algunos de los anteriores continuarán, como la capacidad de seguir los protocolos de cuidado, y:

  • Adaptación a la ‘nueva normalidad’.
  • Situación financiera de los padres o cuidadores.
  • Duelos por pérdidas humanas cercanas: familia, amigos, vecinos.
  • Culpa, dolor, miedo, por no haber participado de manera tan activa en las medidas de cuidado solicitadas.
  • Miedo del contacto con los otros.
  • Falta de información clara sobre el ejercicio de los derechos en el contexto de la pandemia: atención en salud, rutas de apoyo, libertades, vida social.

La pandemia no se acaba con la cuarentena y se esperan otros momentos, intermitentes, de confinamiento, así que debemos prepararnos y ayudar a los niños y adolescentes.

Ahora bien, ser buena mamá, papá, maestro o cuidador, sí que es un desafío enorme, pues también tenemos que trabajar, atender clases con ellos, contenerlos emocionalmente, no transmitirles nuestros miedos y ansiedades, no deprimirnos, no llorar delante de ellos, no comer diciendo que no se tiene hambre, pero lo que no se tiene es comida en la nevera, perder el trabajo y fingir que todo va a estar bien, darles ánimo. ¿Cómo contener emocionalmente cuando nosotros mismos estamos desbordados? Pues no sé, les quedo debiendo la terapia. Por ahora, hagamos de tripas corazón.

No soy una de esas optimistas y románticas que creen que la pandemia cambiará nuestros corazones y renaceremos tomados de las manos, previamente desinfectadas, y abrazaremos el mundo, fundiéndonos con lentitud con la naturaleza.

Pero sí espero que la escuela se repiense, que los maestros se repiensen y que el regreso, que no será normal, esté atravesado por el afán de poner al día y reforzar la vida emocional de los niños: juego, recreación, acciones de resiliencia grupales, puesta en común de emociones y sentimientos, arte, más juego, más escucha y afecto por parte de sus cuidadores.

Lo que los niños y adolescentes aprendieron académicamente en la cuarenta y en la pandemia lo olvidarán con los años, no así, lo que sintieron, lo que les hicimos sentir, y es allí donde los cuidadores (familia, maestros) podemos ser los nuevos héroes de la pandemia, ayudándolos a transitar los miedos y los dolores hacia una elaboración y construcción conjunta de lo que ‘nos pasó como comunidad’ y cómo eso que nos pasó les hace PARTÍCIPES en la construcción de lo que viene nombrándose como la ‘nueva normalidad’. ¿Será mejor? Al menos es la oportunidad para que esta vez, los niños y niñas no sean excluidos de cómo nos pensamos y vivimos como sociedad.

Ximena Norato. Directora de Agencia PANDI