En enero de 2020 decidí mandar a mi hijo (18) al Reino Unido y a mi hija (15) a Francia. Para agregarle, tengo un esposo que trabaja en la Unidad de Cuidados Intensivos, un nene de tres años en casa y ningún proyecto de trabajo a la vista… Para más consejos en decisiones oportunas y motivación… Síganme leyendo en ‘El Opinadero’.
Los últimos cuatro años ahorré, previendo la entrada mi hijo mayor a la universidad. Para ese momento decidimos mudar nuestra vida a la ciudad de Pereira. El graduando pasó a la UTP, pero también a un voluntariado en el Reino Unido. Por su parte, la niña de 15 me pidió hacer todo lo que pudiera para estudiar en el Liceo Francés, de la capital risaraldense, pero para ese entonces, todo su vocabulario en la bella lengua romance se limitaba al remedo “BonYurt con Choco Krispis”. ¿Solución? ¡Un intercambio!
Yo no tenía muchas expectativas frente a la aceptación de la niña en el colegio que ella deseaba, pero siendo coherente con lo que les enseño, “No hay peor diligencia que la que no se hace” hablé con el rector, quien además de ser muy amable, nos abrió la puerta de par en par (bajo condiciones de aprendizaje, obvio). Con mi hijo, la oportunidad del voluntariado no era muy alta, tres cupos para Colombia. Pero como dicen los futbolistas: las cosas se dieron, seguimos las indicaciones del profe, trabajamos en equipo y allá están mis dos amores.
Hubo entonces que dividir los ahorros en dos, pero bueno, el trabajo y los proyectos nunca han faltado y no podía negarles semejante oportunidad. Incluso me sentía de lo más orgullosa de mí misma. ¡Mí misma, eres una berraca! Y bueno, lo de la platica que habría de mandarles me la conseguiría como siempre: trabajando. El problema es que mis proyectos son en contextos escolares y comunitarios, o sea, que por ahora no hay.
¿Más motivación y decisiones oportunas? Me pregunta una amiga “¿No se le ocurrió una mejor idea que mandar a los niños a Europa en 2020 con todos los ahorros?”
Se me ocurrió otra: hace casi una semana me decreté en cuarentena por el riesgo que represento al ser esposa de un trabajador de la salud. Soy la profe de mi hijo de tres y cada mañana me levanto pensando “¡Por qué no traje a los otros al país de regreso cuando aún podía!
La decisión en familia fue: son jóvenes, posiblemente ya contagiados sin síntomas, están aislados: la niña, con una familia espectacular, el joven en un campamento scout (su trabajo) y si los traemos exponemos a muchas personas a que se contagien en sus travesías. Que se queden. Pero me arrepiento cada tres minutos y cada cuatro vuelvo a tomar la misma decisión, con el corazón partido.
Es hora de que todos tomemos decisiones comunitarias. Mi mamá, a quien tuve que llevar a su casa porque la mía no es apta para una mujer de 79, no dudaría ni un momento en encerrarse con llave seis meses si de eso dependiera que sus hijas tengan menos riesgo de morir.
Así que acepto la cuarentena, sin dos de mis amores, sin mi mamá y con un esposo que cada día sale a trabajar buscando salvar vidas y exponiendo la suya.
El mundo como lo conocemos está terminando, tal vez sea el momento de la empatía y la solidaridad.
Y claro, si necesitan consejos y motivación, solo escríbanme, que trabajo no tengo y #YoMeQuedoEnCasa.
Ximena Norato Palomeque/Directora Agencia PANDI
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