Cree usted que a las mujeres ¿Se les debería poder pegar?

Y, latigar, amarrar, gritar o encerrar a los ´negros´… ¿Les suena bien?

Como adultos nos escandalizamos con estas preguntas, pero no así, cuando de quien hablamos es de los niños. Gritos, pellizcos, humillaciones, chancla, correa, palmadas, son algunas de las ´herramientas pedagógicas´ que justificamos usar en su contra y que además decimos que no son violencia.

Sin embargo, quienes creen en lo anterior, llamarían a la policía si estos comportamientos se ejercieran en su contra por parte de su pareja, jefe o amigos ¿Por qué, entonces, lo justificamos en contra de quienes son físicamente más pequeños, indefensos y dependientes emocional, económica, afectivamente de nosotros?

Porque el verdadero escándalo es comprender al niño como nuestro igual como ser humano. Ahora, respetarlos como nuestros superiores en derechos, ni hablar.

En Risaralda, cada año llegan a medicina legal por violencia intrafamiliar 167 personas, por violencia en las calles casi 1.900; por violencia sexual 724 (86% menores de edad) y por homicidio 214.

“A mí me pegaron y no me pasó nada”. ¿En Serio? No dudo que sea una excelente persona, un trabajador incansable, un gran amigo… pero le tengo la mala noticia de que como millones de colombianos justifica la violencia para resolver los problemas. Y es que, como madre de tres, puedo afirmar que lo más duro de la crianza no es controlar a los niños sino controlarnos a nosotros como adultos.

El Capital humano no se construye desde los 18 años, sino desde la cuna, y cuando desde el nacimiento, se está bajo amenaza, cuando se crece con miedo, cuando se aprende a mentir para evitar la violencia, el desenlace es el triste paisaje que nos ofrecen las investigaciones de Medicina Legal y que muestran la radiografía de un país enfermo de violencia, que nos sitúa, entre otros males, como el segundo país en el que más se asesinan niños y niñas. Sí nos pasó algo y tenemos que parar.

Risaralda tiene todo lo necesario para ser una de las regiones más pujantes, prosperas y de mejor bienestar social del país.  El desafío social y en salud pública está en reducir los índices de violencia, que inician desde la cuna. Criar a punta de gritos, palmadas y chancletazos, no es una opción que racionalmente podamos sostener, imposible de defender desde la pedagogía y los derechos humanos y contraria a la pediatría. ¿Qué lector, como padre de familia quiere que su hijo tenga problemas de salud? Si los argumentos de la razón y de los derechos no son suficientes, tal vez, los pediatras le hagan recurrir a prácticas positivas y amorosas de crianza.

Sí nos pasó algo: Según la revista Pediatrics, los niños que recibieron formas de castigo físico o humillante como palmadas, encierros, agarrones o cachetadas, tienen más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, artritis y obesidad.[1] Por su parte el Psychological Bulletin explica cómo el castigo físico está asociado al deterioro de la capacidad cognitiva, la baja autoestima, la mayor más probabilidad de ser agredido y agresor en su vida adulta, el consumo sustancias psicoactivas, y sufrir depresión. En ambos estudios se excluyeron formas severas de violencia para llegar a estas conclusiones.

¿Está bien golpear a las personas?

¿Son las niñas y los niños personas?…

Los míos sí.

[1] Harsh Physical Punishment in Childhood and Adult Physical Health. Tracie O. Afifi, PhD, Natalie Mota, Harriet L. MacMillan, MD, FRCPC, and Jitender Sareen, MD, FRCPC. Los resultados de la investigación excluye, maltratos severos, solo se hace sobre sujetos que reciben castigos como palmadas, empujones, pellizcos.

Ximena Norato Palomeque/Directora Agencia PANDI