Voy a tratar de tener un diálogo con los hombres que echan piropos en la calle y que creen que eso es normal, pero también con las mujeres que lo ven como algo cultural, ‘normalito’, así como cuando a uno le agarran una pocheca en la calle.

Eso se llama machismo y es violento. Fin del diálogo.

¿Alguna vez se ha dejado de poner algo por miedo a lo que le pueda pasar en la calle?

La mayoría de las mujeres responderemos:  y los hombres: no. Esta es la prueba de que esos piropos y miradas lascivas son vulneradoras y violentas.

A ver, para que entiendan los que ya están diciendo “Ay, otra feminazi loca”. No soy ni femi ni nazi y sí un poco loca, pero lo disimulo un montón.

Para que se pongan en nuestros zapatos, casi siempre incómodos, eso de los piropos y las miradas es como si usted, hombre grande, macho acuerpado y valiente, va por una calle y un joven le dice: ─Uy, qué elegancia de tenis─A la mitad de la cuadra, un señor, sin mucho qué hacer en la calle le comenta: ─Qué Chimba de chaqueta─Y al final, uno bien ‘ñerito’ le dice  ─“A que esa ropa le estorba ¿No, papi?”─

Pues así nos sentimos. No nos echen piropos en la calle y no nos miren con ganas. Es asqueroso.

Hace unos meses estaba en una reunión con gente del Estado, funcionarios públicos, todos hombres con altos cargos, cuando me retiraba ingresaron otros a la reunión y quien me recibió (un señor muy decente) me presentó brevemente. Yo salía y los señores que ingresaban a la sala me dijeron: ─“Niña cómo está”─ me ojearon de arriba a abajo y como no era un contexto en el que me pudiera pasar algo malo, hice lo mismo, aún conociendo que sus cargos eran prominentes y también su edad. ─“Un gusto niño”─ y les hice una mirada que se detuvo en sus poco abultados pantalones.

¿Les parece una grosería, atrevimiento, vulgaridad? ¿Cuál parte? ¿La de ellos o la mía?

En realidad no lo hice, pero ellos sí. Tuve ganas, pero solo me despedí con desdeño y mala cara mirándolos a los ojos. Como ya son medio cegatones no creo que ni se hayan percatado, es normal lo que hacen. Es machismo, es violento.

Quisiera preguntarle a los hombres:

¿Cómo se sienten caminando solos por la noche? ¿Tranquilos? Y  si a media cuadra divisan un grupo de mujeres que se ríen y conversan ¿Les da miedo? ¿quieren cambiarse de andén? En el caso contrario, nosotras, sí.

Ahora piensen, si esas señoras les dicen estas bellas frases:

 “¿Tienes calzoncillos espaciales? porque ese pene se ve del otro mundo”, “Carro viejo, pero bien tenido”, “Usted de rojo yo con este antojo” y una de ellas le manda la mano y le aprieta la cola y le dice “Y ¿Todo ese cuerpito es para compartir?”

El feminicidio solo es la secuencia y acumulación de miles de actos violentos en contra de las mujeres que validamos, transmitimos en la familia y en la comunidad, y que tienen desenlaces fatales. Educar en la igualdad de género y en el respeto de los derechos de las personas  es el único camino que podemos transitar sin miedo a errar en los resultados.

Tenemos que educar a hijos e hijas en la igualdad, apuntando al cambio cultural, enseñando a ambos que no es normal echar piropos ni recibirlos. Hay países en que está prohibido y otros en los que no se hace, por absoluto respeto les es inimaginable. Si empezamos a abolir las prácticas violentas de relacionarnos, empezamos a disminuir el hallazgo de mujeres muertas en los parques y a justificar su asesinato: ‘se lo buscó por zorra’.

Algo de vocabulario:

Perro: hombre con habilidades para la conquista.

Perra: puta.

Zorro: hombre sagaz, astuto.

Zorra: puta.

Buenas tardes señor: saludo respetuoso.

Niña cómo está: puta.

Por: Ximena Norato

Comunicadora social, filósofa – Directora @AgenciaPandi